martes, 21 de julio de 2009

Zombis: Primera Entrega

Me encantan los zombis. Me parecen los monstruos más divertidos con diferencia. Sobre todo los de las pelis. Porque hay un tío del curro al que habría que tomarle el pulso para comprobar si sigue vivo... pero ese sí que da miedo.

Yo creía que la mejor manera de disfrutar de los no-muertos era el cine. Pero hace poco encontré un libro que ha cambiado mi punto de vista. Mira! Me está saliendo la típica sección veraniega de recomendaciones!

El libro en cuestión es "Zombi. Guía de supervivencia" de Max Brooks.


Por si esto no suena suficientemente a coña, nada más abrir el libro puedes comprobar que Max Brooks es hijo de Mel Brooks. Cachondeo garantizado pensé yo.

Pero no es así exactamente. Cuando empiezas a leerlo te hace gracia pero es tan minucioso que, cuando llevas cincuenta páginas, sientes un deseo irrefrenable de comprarte una sierra eléctrica en Leroy Merlin. Sólo por si acaso.

El tal Max me está empezando a caer un poco gordo porque dice que los zombis de las películas son burdas dramatizaciones. Pues a mí me gustan.

La guía atribuye los brotes de zombis a un virus conocido como Solanum. Dice que el único medio por el que uno puede infectarse es a través de contacto directo de fluidos. Lo que se suele producir porque te den un mordisco o porque su sangre te salpique en la boca o en un ojo al amputarles un miembro.

Si éste es el caso, el virus es mortal de necesidad. El Solanum llega al cerebro y lo convierte en un órgano independiente del oxígeno, hace que no se necesiten alimentos para sobrevivir y que los tejidos del organismo se vuelvan tóxicos. Esto no provoca que la descomposición se detenga, pero los microorganismos que son capaces de descomponer la carne infectada son muy pocos así que la descomposición de un zombi puede durar de dos a cinco años.

Hay que reconocer que le echa imaginación.

La guía tiene recomendaciones tan inquietantes como incluir tapones para los oídos en la lista de la compra. Su utilidad radica en evitar que los gemidos de los zombis que acecharán nuestra casa durante semanas nos vuelvan locos.

Desde luego es minucioso.

La única manera de acabar con un zombi es destrozar su cerebro y para ello recomienda las armas y técnicas de ataque más apropiadas según la ocasión. Dado que por aquí no solemos tener armas de fuego en casa deberíamos quedarnos con las recomendadas para el combate cuerpo a cuerpo.

Para ello necesitaremos algo contundente pero no muy pesado con lo que podamos romperles el cráneo o algo punzante con lo que, a través de un ojo, llegar al cerebro.

Tendré que pedir presupuesto al señor Merlin por una pala shaolin, un desencofrador y una ballesta con sus flechas.

jueves, 16 de julio de 2009

Libre elección

Ahora que me paro a pensarlo, creo que yo me tomé eso de la Libre Elección demasiado a pecho. Supongo que tan libremente como la mayoría. Pero creo que casi ninguna tuvo algo que ver con mi carrera.

Mi prioridades, como las de casi todos, eran que no hubiera que hacer examen y que el horario me viniera bien. Definitavemente creo que me tomaron el pelo todos y cada uno de los que pregunté sobre esas joyitas de asignaturas. Supongo que pensarían que, ya que yo estuve jodido todo un cuatrimestre por esa mierda, compartamos la experiencia.

Si hago memoria, creo que soy capaz de recordar unas cuantas: Inglés Intermedio, Construcciones Industriales, Liberalismo y democracia en la España contemporánea, Introducción a la gestión de Recursos Humanos, Protección contra Incendios y Autoprotección, Adopción Internacional, Expresión oral y escrita, Programación de procesos aleatorios básicos en Visual Basic (con esta me lo busqué yo solita y encima estaba en otro edificio)... e Introducción a la Historia de la Música.

Esta última era surrealista pero tuvo sus buenos momentos. Venía un italiano raro con un radiocasette... no miento, era de los que tenían reproductor de CDs que no soy tan vieja, soltaba una chapa sobre el periodo que tocara, audición de una obra representativa de la época pero que sólo conocía él y quién la compuso y después un debate.

A mí me gustaba. Estudié algo de música y eso siempre queda. Lo malo de cualquier asignatura que hable de la historia de algo es que cuando se empieza a poner interesante se acaba. Cuando parecía que estábamos llegando al siglo XX y que en cualquier momento empezaríamos con el jazz o el swing, el profe decidió sorprendernos.

- Hoy vamos a escuchar una obra de 1963.

Yo cruzaba los deditos. Que sean los Beatles! Que sean los Beatles!

- El Requiem, para soprano y mezzosoprano solistas, coro mixto y orquesta de György Ligeti.

Anda Giorgi! Como la gomina de Chayanne! Puf qué mala pinta...

- Algunos lo conocereis porque uno de los movimientos forma parte de la banda sonora de "2001: Una odisea en el espacio" de Stanley Kubrick.

Bieeeeeeeeeeeen.

No puedo decir cuál la fue la duración de aquella tortura pero a mí me parecieron entre siete y ocho lustros. Si tuviera que describirlo diría que es el hilo musical que suena en los ascensores que bajan al infierno. Si alguien se atreve puede escuchar aquí el primer movimiento.




Cuando aquello terminó, el 60% de la clase había intentado abrirse las venas con un boli bic, un 10% había abierto la ventana para saltar al vacío pero no pudo porque tenía rejas y el 30% restante simplemente dejó de respirar.

Creíamos que acaba de terminar nuestra peor pesadilla colectiva cuando un tío larguirucho con el pelo lacio y largo y las mismas gafas que usaba en tercero de E.G.B. levantó la mano. Cuando el profersor le dió la palabra soltó:

- Es realmente impresionante pero creo que es un error generalizado el considerar esta obra como un Requiem cuando todo el mundo sabe que es un Post-Requiem. Era el estilo de Ligeti.

El estupor y la lobotomía auditiva a la que habíamos sido sometidos nos impidió linchar a ese elemento como se merecía.

martes, 14 de julio de 2009

Colgando

En mi barrio, como en otros muchos, también se lleva lo de colgar zapatos de los cables que cruzan las calles. Como no hay fenómeno sin nombre, a éste lo llaman shoefiti (grafiti con zapatos).

Que si señala puntos de venta de droga, que si marca las fronteras de los territorios de bandas rivales… yo creo que es lo que viene siendo culo veo culo quiero.

Pero de lo que nadie habla es de lo fácil o difícil que puede resultar la operación. ¿Cuántos angelitos se habrán llevado un zapatillazo en todos los morros al errar el lanzamiento?

Teorías aparte, mi cable con zapatos colgando favorito es el de la entrada de Espectro, el pueblo escondido de “Big Fish”. Al llegar a él, los habitantes les quitan los zapatos a los visitantes y los cuelgan del cable porque ya no les harán falta. Nunca querrán abandonar irse de allí.



Seguramente yo saldría corriendo descalza de un lugar como ese. Pero no estaría mal, llegada una edad, encontrar un sitio como Espectro del que no se quiera salir.

En realidad es lo que hace mi tía Josefa. Se atrinchera en el pueblo y no hay quién la saque de allí. Pero ella sí lleva zapatos que en Ávila hace un frío que pela.

lunes, 13 de julio de 2009

Monuzo

Como sigo sufriendo los efectos de la abstinencia de Lost intento paliarlos con un placebo. Llamarlo placebo sería menospreciarlo porque me estoy zampando Friends por enésima vez. Y sigue siendo genial.

Aquí la segunda y tercera parte de uno de mis episodios favoritos: 4x12 "El de los embriones". Titulado muy desafortunadamente porque debería ser: "El de la apuesta de los pisos".

Me encanta cuando Chandler y Joey entran a lomos del galgo en el piso de Mónica y Rachel. Y está lo de que nadie sabe en qué trabaja Chandler. En fin, a disfrutar.




jueves, 9 de julio de 2009

Mi güeli: Peluquines

Mi güeli no se apeaba fácilmente del burro. Cuando no tenía razón o no le convenía contar algo, por mucho que intentaras hacerla razonar, entraba en un caos de circunloquios del que no había quién la sacara. Mi tía lo denomina "enroscarse". Y es bastante acertado.
Aparte de por enroscarse, mi güeli tenía cierta obsesión con el tema capilar artificial. Cuando decía que alguien llevaba peluquín no había quien le llevara la contraria. Ella lo sabía de muy buena tinta. Nunca desveló sus fuentes.

Sus víctimas preferidas eran Felipe González e Iñaki Gabilondo. Con el paso del tiempo comentábamos que los peluquines canosos y que simulaban entradas eran muy ingeniosos. Pero ella seguía en sus trece.

Me he permitido una pequeña retrospectiva para observar el efecto.

Felipe González

Iñaki Gabilondo


Curiosamente, negaba categóricamente que Ansón llevara peluca.

Atención, atención! Que va chiste fácil: me parece que era a ella a la que se le veía el plumero! Juas, juas. (Perdón, perdón... ya podéis darme los 50 latigazos que merezco).

Sobre Donald Trump nunca se pronunció, pero estoy segura que usa el mismo cianocrilato que Ansón para pegarse el gato a la cabeza. Si no, no se explica lo siguiente:



lunes, 6 de julio de 2009

Cine y Música

O como disfruto como una enana cuando las dos cosas que más me gustan convergen en lo más alto. Y es que hay escenas que nacieron para tener una determinada música de fondo.

En casos tan claros como el de Tarantino estoy segura de que busca las escenas que le peguen a la canción que quiere meter en la peli. Total, si no encaja, todo el mundo va a decir que era un desconcertante y genial giro de guión.

Hace tiempo que llevaba preparando este post pero siempre me faltaba algo. Y es que no he podido encontrar una de las escenas que mejor presentan esta idea en Youtube. Se ve que alguien sabe hacer su trabajo en lo que respecta a protección de derechos. Aún así la dejo para el final, aunque sólo sea la música.

Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969)
Raindrops keep fallin’ on my head (Hal David y Burt Bacharach, 1969)

Empezamos con un pastel. Porque la canción es un pastel pero es que en la escena sale Paul Newman con una bici!

Él mismo cuenta que el director contrató a un especialista para que le doblara y preparara unos truquillos. El resultado fue una sosería y el señor Newman decidió coger la bici y hacer la cabra por su cuenta. Al final sólo fue doblado en el trompazo contra la valla del final.

Me encanta la parte que ruedan desde dentro del establo. Hace poco me di cuenta de que intentaron copiarlo en una escena de cama de “Pretty Woman”, pero debía ser para que no se le viera mucho el culo a la Roberts que es muy pudorosa.



El gran Lebowski (Joel Coen, 1998)
Hotel California (Gipsy Kings, 1990)


Y para desengrasar, toma contraste! El cuerpo me pedía poner alguno de los sueños de El Nota, pero el post va de escenas con música y no de escenas musicales, que no es lo mismo.

Insuperable Turturro. Yo quiero un poster con el traveling de la cara de El Nota, Donny y Walter!



Almost Famous (Cameron Crowe, 2000)
Tiny Dancer (Elton John, 1971)


Adoro la película, adora la música, adoro la banda que se inventan, adoro esa época, adoro todo lo que la peli implica menos al director: Cameron Crowe, porque el muy… fue el crío de la peli! Él fue reportero para Rolling Stone, pero la gira era de Led Zeppelin!! Asqueroso.

No es la mejor canción de la banda sonora pero sí es una escena genial. Están todos con un cabreo importante y con razones para ello, pero la música les reconcilia! Paz y amor!



Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992)
Stuck in the middle with you (Stealers Wheel, 1972)


Y después del buen rollito, una de violencia gratuita. En este caso no tengo claro si lo primero que se le puso entre ceja y ceja al amigo Quentin fue la canción o el temita de la oreja (ojo que hay ketchup). Porque si quería una amputación y le hacía gracia que el señor que la perpetra bailara antes tiene un pase. Ahora, si la canción le inspiró para incluir una escena de barbero torpe… se confirmarían las secuelas que le dejó el calambrazo que se llevó jugando al Operando cuando era pequeñito.

Esta no me dejan incrustarla pero la podéis ver aquí.

En el nombre del padre (Jim Sheridan, 1993)
Voodoo Child (Jimi Hendrix, 1968)

Es una de mis películas favoritas, con algunos de mis actores favoritos. La escena es abrumadora. Y mucho más porque fue real.



El mundo de Wayne (Penelope Spheeris, 1992)
Bohemian Rhapsody (Queen, 1975)

La peli es un truño pero la canción es grandiosa y todos hemos hecho esto alguna vez en el coche. Bueno, no sé si todos, pero como yo lo he hecho muchas veces, subo la media.



Esencia de mujer (Martin Brest, 1992)
Por una cabeza (Carlos Gardel, 1935)

Sin decir una palabra, sólo bailando y con la mirada perdida, Pacino es capaz de contar muchas más cosas que la mayoría de los actores en todas los papeles que interpreten en su vida.



Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979)
La cabalgata de las Valkirias (Richard Wagner, 1870)


O como Coppola escenifica la belleza poniendo a bailar un escuadrón de helicópteros al ritmo de Wagner.



Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999)
Wise Up (Aimee Mann, 1999)


Parece un video musical pero es una escena de la película. Y así es como verdaderamente todo cobra sentido. Una maravilla en la que está bien hasta Tom Cruise (alias el padre de la reencarnación de Satán del siglo XXI).



28 días después (Danny Boyle, 2002)
East Hastings (Godspeed You Black Emperor, 1998)


A ésta me refería cuando decía que no encontraba la escena. Una pena. Me encantan las pelis de zombis y ésta está bastante bien. El protagonista se despierta en un hospital desierto y se pone a dar vueltas por un Londres desierto a pleno día. La idea ya es espeluznante pero la intensidad la da la música.

Y es que lo que hace Godspeed You Black Emperor con la música es como para que el resto de los que viven de ella se retiren por vergüenza. Muero por el día en que pueda verles en concierto.

Os dejo la canción y unas fotos y ya las montáis en la cabeza como mejor os parezca.






viernes, 3 de julio de 2009

Nostalgia asesina

Hace unos días entramos en una tienda de asiáticos. Era domingo, nos hacía falta leche y nos apetecían patatas fritas. Digo asiáticos porque Mi Santo dice que son chinos pero yo sé que son coreanos. El responsable dice llamarse Michael así que por ahí no sacamos nada y seguimos con la incógnita.

Al pasar por delante de la nevera de los helados a los dos se nos iluminó la cara: ¡Flashes! Esa deliciosa y fresquita golosina. Y nos compramos un montón. De fresa, de cocacola y de mora. Y eran de los grandes, eh? De los de 50 pesetas.

Ayer por la tarde me acordé de que estaban en el congelador y cogí uno de fresa. Lo bueno de tomarlo en casa es que puedes coger unas tijeras para abrirlo y no jugarte las piezas dentales. También viene muy bien recortar esos bordes asesinos que te dejaban la sonrisa del payaso.

Ahí estaba yo con mi flash de fresa. Chupeteando y masticando ese hielo envuelto en plástico y recordando la de ellos que me había zampado con los amigüitos en el banco que había en frente del puesto de Frigo de mi barrio. Enseguida dominé la técnica del ascenso y del descenso, y no se me cayó ni un poquito. La peor parte es comerse el hielo cuando ya se ha quedado blanco después de absorber toda su sustancia, pero se hace con resignación porque al final llega el premio: ese líquido empalagoso y pegajoso que te provoca hiperglucemia instantánea y que veas chiribitas. Es como el “freshisuis” 100% sirope que se toman Bart y Milhouse y que hace que tengan alucinaciones.

Y, en ese preciso momento, fue cuando la nostalgia casi me mata.

Me disponía a extraer todo el ansiado liquidillo con la técnica clásica. Un extremo del plástico (el que está abierto para más señas) en la boca, la mano izquierda sujeta el otro extremo y lo eleva ligeramente por encima del nivel de la boca y los dedos índice y corazón de la mano derecha hacen pinza sobre el plástico para evacuar del mismo el preciado tesoro.

No conté con que, aparte de glucosa de color rosa, el plástico también contenía mucho aire. Ambas cosas fueron introducidas bajo presión en mi boca. Mi epiglotis enloqueció. No sabía si respirar el aire y tragar el líquido o al revés. Resultado: atragantamiento descomunal. Intenté mantener la compostura pero fue imposible. Me sobrevino una tos de orco brutal que me hizo abrir la boca y regar por aspersión mi salón. A la tos compulsiva que duró unos dos minutos se le unieron un par de sonoros eructos porque, no sé si había comentado que tragué mucho aire.

Cuando se estabilizaron mis constantes vitales pude contemplar el espectáculo. Hasta Dexter habría flipado con mi salón. ¿Había dicho ya que el flash era de fresa?

Si es que hasta para esto estamos ya mayores.

miércoles, 1 de julio de 2009

Pensar antes de escribir

La semana santa pasada nos escapamos con unos amigos a Dublín. Fue Dublín como pudo ser cualquier otro sitio para el que hubiera un vuelo barato dos días antes de la fecha.

Lo primero que nos llamó la atención al llegar al albergue (era jueves santo) fue los carteles que alertaban de la prohibición de la venta de alcohol en viernes santo (al día siguiente). El cartel animaba a hacer acopio el día anterior vaya que alguien quisiera comprobar si era capaz de divertirse sin beber y, al ver que no lo conseguía, organizara un suicidio colectivo y lo dejara todo perdido.

Estas cosas te enseñan que siempre hay alguien que está peor que tú. A nosotros nos molestan los llamamientos y las opiniones categóricas de miembros de la iglesia católica pero no me quiero ni imaginar la que se liaría si se instaurara la ley seca aquí.

Huelga decir que nos compramos unas cervecitas y algo de vino por lo que pudiera pasar.

A la mañana siguiente, bajamos decididos a disfrutar del desayuno gratuito con que te obsequiaban. El evento consistía en luchar con ochenta guiris por un té malo y dos tostadas. Pero lo que es gratis siempre sabe mejor. Nos sentamos en una mesa grande y, al poco tiempo, nos acompañaron un chico y una chica, así y altos, rubios y modernillos, con pinta de gringos vamos. Good morning. Good morning. Y cada uno a su tostada. Al rato dice la chica:

- Aaaacho tííííío! Tengo anguhtiaaa!

Otia una murciana!

No fue la única vez que disfrutamos del acento huertano (y que nadie se me ofenda que a mí me encanta). Parecía que media Murcia se había puesto de acuerdo para ir a Dublín. A la vuelta, un amigo me contó que Ryanair acababa de abrir la ruta San Javier (aeropuerto más cercano a Murcia) – Dublín. Pues va a ser eso.

Dublín tampoco tiene mucho que ver, así que nos cogimos un tren y nos fuimos a Belfast. Así del primer paseo me impresionó la concentración de madres adolescentes que paseaban el carrito. Era como una procesión de Vickys Pollard de Little Britain.


Alguien me contó que las niñas británicas dicen que de mayor quieren ser madre adolescente, así como profesión de futuro. Parece ser que las subvenciones y la protección social te permiten vivir de lujo sin dar ni chapa por haber tenido una criaturita antes de tiempo.

Estuvimos visitando el barrio católico que resulta bastante impresionante. Con su valla de cinco metros de altura separando las casas, sus memoriales, su sede del Sinn Fein con sus tacitas del IRA de recuerdo y, sobre todo, sus murales.

Pero lo mejor casi se nos escapa. Lo cazó un amigo que se asomó para ver qué decía una pintada debajo de uno de ellos.

Yo suelo pensar antes de escribir. Por lo menos el principio y luego ya va saliendo. Y eso que yo escribo en un sitio donde, si me equivoco lo corrijo y no queda huella. Por eso me gustaría decir:

- Chavalería que escribís cosas en las paredes: visualizad la frase antes de agitar el spray, que luego pasan cosas como éstas.