Para mí nunca ha significado mucho el cambio de año en el calendario. No puedo evitar seguir rigiéndome por el calendario escolar. Los años empiezan en septiembre y acaban en julio. Agosto no cuenta.
Pero, como ha sido un año muy guay, me apetece hacer un recopilatorio. Eso y que no tengo nada que decir acerca de la navidad. Ya hablé de las celebraciones el año pasado y no tengo nada más que contar.
La Nochevieja de 2009 la celebramos toda la tropa en una casa rural chulísima. Casi todos comenzamos a llegar allí hacia las tres de la mañana, bajo una nevada siberiana y a varios grados bajo cero. De milagro pero llegamos.
Desconocíamos el protocolo para una Nochevieja montañil y no teníamos de esos horrorosos jerséis navideños para todos.
Así que se decidió que todos fuéramos en pijama, bata y zapatillas.
Rezamos todo lo que sabíamos (y lo que no también) para que la nieve nos dejara incomunicados, pero finalmente se derritió y tuvimos que volver a trabajar.
Según empezaba el año, terminamos de comunicar nuestra intención de montar un fiestón con la excusa de que nos casábamos y empezamos con lo que más nos gusta: elegir la música.
Después de un eficaz proceso de aislamiento sensorial que se prolongó dos días, vimos el capítulo final de Perdidos. No me gustó.
Comenzamos las celebraciones del año del puretismo, en el que una gran parte del grupo cumpliríamos treinta. Y nos deprimiríamos por ello.
Nos vacunamos contra tropecientas cosas.
Lo celebramos.
Al día siguiente comenzamos el periplo postbodil en Amsterdam.
Y casi no conseguimos salir de allí.
Conseguimos llegar a Tanzania. Y nos habríamos quedado allí a vivir.
He hecho rollos de canela suecos.
Llegados a este punto también se incorporaron Newton y Tesla. A estos dos les pareció un postre o muy pesado o poco conductor. Creo que me tendré que buscar otro jurado más centrado en la materia.