sábado, 12 de diciembre de 2009

Celebraciones navideñas

Entrañable época la navideña. Y lo más entrañable, todos esos eventos no familiares a los que, queriendo o no, hay que ir.

Lo mejor lo mejor, ese iluminado que te pilla cogiendo el abrigo a las tres de la mañana, te mira como si fueras de Omicrón Persei 5 y te espeta:

- ¿¡Estás loca!? ¡Cómo te vas a ir ahora a casa! ¡Y sin despedirte! ¡Si estamos en lo mejor! ¡Si es mejor ir de empalmada que dormir dos horas! ¡Verás que risas nos echamos mañana!

Mira bonito, no me despedía para no escuchar lo que me acabas de decir, como todos los años. Ver a un montón de gente con intoxicación etílica arrimar cebolleta mientras bailan el Suavemente no es mi idea de estar en lo mejor de la noche. Dormir, da igual cuánto, siempre es bueno. Y, si me quedo, lo último que voy a hacer mañana es reírme.

Eso pensé yo en soltar alguna vez. Pero nunca lo hice. Y desde luego que al día siguiente no me reía.

Recuerdo una de las primeras cenas de navidad de la universidad. Todo se desarrolló dentro de lo esperado hasta que, un ente físico que se parecía bastante a una amiga mía me dijo:

- Tía, acompáñame a casa que esto es un muermo y no me encuentro muy bien.

Lo que quería decir era que el tío que le molaba se estaba liando con otra y que estaba a punto de echar la papa.

Conseguí sacarla del antro en el que nos encontrábamos. A la vista de su estado, sugerí caminar para llegar a casa. Ella no dio su opinión acerca de mi sugerencia pero su brazo sí. Lo levantó y paró un taxi. Que nos pille confesaos.

Cuando no habíamos recorrido ni 500 metros mi amiga decide terminar lo que tenía pendiente en lo que tenía más a mano: el respaldo del asiento del copiloto. Echó hasta el primer canapé de la cena.

El taxi frenó en seco, el taxista se bajó y abrió el maletero.

Bueno, hasta aquí hemos llegado, pensé yo. Ahora sacará una recortada y nos dará dos tiros a cada una por marranas. Pero no. El señor taxista, bastante enfadado como es normal, abre mi puerta con un cubo y una esponja en la mano.

Este fue el delicado momento en el que a mi querida amiga le pareció buena idea tener un ataque de risa histérica. Abrí su puerta y la empujé hasta que se cayó del taxi. Cogí el cubo y la esponja de las manos del pobre taxista, recogí aquello como pude, pedí disculpas, pagué la carrera y me bajé.

El más reciente miembro de la Pandilla Basura seguía descojonándose sentada en la acera. Casi la mato.

En otra ocasión era yo la perjudicada y otra amiga luchaba a brazo partido para encontrar un taxi que nos llevara a casa y nos sacara de la hipotermia que estábamos sufriendo.

Sería necesario detallar que conseguir un taxi en Madrid durante alguna de las noches que preceden a la Navidad suele ser una experiencia más desagradable que cualquier episodio de “El último superviviente”.

Pues en esas estaba mi amiga. Cuidando de que no me durmiera o echara a andar con cualquiera que pasara y luchando en la jungla urbana por un transporte que nos llevara al cálido hogar.

Mi amiga es un sol pero la orientación nunca fue su fuerte. Aquella noche yo no sabía ni dónde estaba mi bolso así que no iba a resultar de gran ayuda. Después de dos horas esperando conseguimos subirnos en un taxi. Mi amiga le dice la dirección. El señor taxista se ríe y arranca. Gira en la primera calle a la derecha y frena.

¡Estábamos a una manzana de casa! ¡Y el muy joputa no lo dice y nos cobra la bajada de bandera! A mi amiga le cayó un callejero por el amigo invisible.

Otras navidades, también tuvimos cena. Esta vez el plan de empalmar era premeditado y necesario porque a las 8 de la mañana del día siguiente teníamos una práctica obligatoria de electrotecnia. La pinta con la que llegamos al laboratorio era lamentable. A nuestro lado, Courtney Love de resaca habría parecido Heidi. La parte buena era que nuestro aliento impedía que los profesores se nos acercaran mucho.

La práctica consistía en realizar un montaje eléctrico que cumpliera ciertos requisitos y realizar unas mediciones. Como pensar era algo que se consideraba completamente descartado, copiar era nuestra última opción. Con una burda estrategia de distracción conseguimos fusilar el montaje de los más aplicados de la clase que, por supuesto no habían salido la noche anterior y estaban frescos como lechugas. Lo conectamos y milagrosamente funcionaba. Tomamos las medidas y desconectamos.

Llegó el momento de la verdad. Antes de conectar de nuevo había que explicar el montaje. El profesor preguntó que quién lo iba a explicar y mis amados compañeros me señalaron con el dedo. Después de cagarme un rato en sus muelas me dispuse a salvar los muebles. Me iba apoyando en cada uno de los cacharros para que no se notara que tenía peor pulso que la duquesa de Alba.

- Hemos conectado la fuente de alimentación en paralelo a dos resistencias, aquí tenemos el voltímetro y el amperímetro y, en serie, la batería de condesadores AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAuuuuuuuuuuh!

Queridos niños, un condensador es un dispositivo pasivo que almacena energía eléctrica. Y la almacena hasta un buen rato después de haberlo desconectado de la red. Si tocas los bornes metálicos dan mucho calambre. Yo lo sabía pero en ese momento no estaba para recordarlo. La mano se me quedó dormida unas tres horas.

Me pareció escuchar al profesor decir que, por este tipo de cosas, encontraba razonable instalar un alcoholímetro en la puerta del laboratorio.

7 comentarios:

Isa dijo...

jajajaja

de lo mejor que he leído últimamente... me he reído con ganas.
me siento completamente identificada con tu descripción del exceso etílico navideño... a mi me pasó algo así en un taxi, pero conseguí echarlo fuera :-P

felices fiestas!!

Inverosímil dijo...

Muchas gracias Isa, pa eso estamos!

La verdad es que los pobres pesetos tienen que pasar por cada trago... Hay muchos muy chungos pero también los hay muy majos que les falta sujetarte la cabeza y arroparte (en plan madre, por dioh).

Ana dijo...

Reconozco que yo también me he reido con ganas... hasta que he recordado que mañana tengo cena de empresa y miedito me está dando... Espero no llegar a gatas y no acertar a abrir la puerta, lo que me pasó una vez que desperté a toda la familia a las cinco de la mañana. Pobres, menudo susto, pensaban que eran ladrones, y solo era su hija y hermana borracha como una cuba...

Ya os contaré lo de mañana, que me conozco...

Chelo dijo...

Qué bueno Inverosímil, qué bueno...
Pues yo mañana comida de empresa navideña, al final acaba siendo comida-merienda-cena navideña lo que agrava seriamente las consecuencias en el cuerpo humano de los asistentes... en lo qué hemos "quedao"...

elhombreamadecasa dijo...

Ah, me alegro de no tener cena de Navidad este año ni nada por el estilo. Bueno... tengo las familiares pero no las otras.

¿Habéis escuchado alguna vez a Juan de Pablos contar lo que le pasó al gran Sam Cooke en una cena de Navidad? Tremendo y dramático.

elhombreamadecasa dijo...

Hola, ¿hay alguién ahí?

Inverosímil dijo...

Hola! ¡Qué bien que alguien me echa de menos! Y eso que te has hecho famoso! Enhorabuena por los popicuentos!

En mi descargo diré que diciembre fue un mes de barbecho y las vacaciones de desconexión tecnológica... bueno menos del Assasin Creed 2 que he pillado un vicio...

Hoy, mañana lo más tardar, actualizo.

Y a ti te he seguido, eh? Pero es que no estaba inspirada para comentar.