jueves, 10 de septiembre de 2009

Historias de no dormir III: tuto o muete

Mi Santo se fue un fin de semana con los compañeros de la universidad a la casa del pueblo de uno de ellos.

Debido a la alta ocupación, esta vez no fue posible adjudicarle una habitación de uso individual por lo que le tocó al pobre Martín, en sorteo ante notario, compartirla con él. Les tocó una habitación con dos camas gemelas.

Martín había pensado irse a dormir antes con la idea de que tener el ojo pegao antes de que comenzara el concierto. Pero la noche se lió y Mi Santo le tomó la delantera.

Cuando ya no le quedó más remedio, porque todo el mundo se había ido a la cama y no echaban nada decente por la tele, se dirigió cabizbajo hacia su habitación.

Abrió la puerta con mucho cuidado y el silencio que encontró le pareció música celestial.

- ¡No está roncando! Me meto en la cama como un ninja y toda la noche de un tirón.

Sin encender la luz, entró de puntillas en la habitación en completa oscuridad. Pegó un par de tropezones al pasar entre las camas pero nada suficiente para sacar a su compañero del estado de hibernación. Se sentó en su cama con mucho cuidado y se inclinó para quitarse las zapatillas con todo el sigilo posible.

En ese preciso instante, un rugido del averno generado a escasos veinte centímetros de su cara le dio el susto de su vida. Martín dio un brinco que casi se cae por el otro lado de la cama y el alarido del que fue acompañado el brinco se oyó en todo el pueblo.

Como estaba muy oscuro no había sido capaz de determinar en qué posición se encontraba Mi Santo al entrar en la habitación. En efecto. Encendió la luz y vio que tenía la jeta al bordecito mismo de la cama, delante de sus narices.

Martín lo cuenta como uno de los momentos más espeluznantes de su vida.

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