viernes, 1 de octubre de 2010

Jonimún (I)

Ahora que veo el título escrito me doy cuenta de que no se entiende.

Jonimún = Honeymoon = verano viajando que nos hemos pasado con la excusa de que nos hemos casado.

Como ya adelanté en Novedades, hemos estado en África. Pero antes de llegar allí hicimos una paradita. El vuelo que nos llevaba a nuestro destino final hacía escala en Amsterdam y, como no lo conocíamos, decidimos quedarnos allí unos días.

Creo que voy a aprovecharme de que mucha gente conoce esta ciudad para caer en todos los topicazos. Siempre he pensado que sí lo son, por algo será y no está de más conocerlos:

Su plaza de Dam y sus bicis:


Sus canales, sus casas flotantes y más bicis:


Sus casitas:


Sus prostitutas:


Un inesperado toque español:


Su diseño:


Y su contracultura:


Me falta uno, es evidente. Pero para hablar de él me veo obligada una vez más a recurrir a una idea sacada de Cómo conocí a vuestra madre, esa gran serie.

Ya he contado en alguna ocasión que el hilo argumental de la serie está basado en la historia que uno de los protagonistas le cuenta a sus hijos sobre cómo conoció a su madre (la de los niños claro). La edad de su audiencia provoca que, algunas actividades, intenten ser maquilladas por el narrador.

A la que nos ocupa la llaman “comerse un bocadillo”. Por si alguien todavía no lo ha pillado, ilustro con una imagen de la propia serie:



El día que llegamos por la mañana emprendimos con ilusión nuestra ruta turística. Canal por aquí, iglesia por allá, museo un poco más allá. Y bicis y más bicis por el medio. A media tarde decidimos comernos un bocadillo. Estaba muy rico. Y nos pusimos muy contentos de lo rico que estaba. Cuando más contentos estábamos, recibimos el siguiente mensaje en el móvil:

"Tenéis mesa reservada para cenar en Le Garage. Ruydaelstraat 54."

Lo firmaba un amigo que además había sido testigo de la boda.

La digestión de un bocadillo siempre es muy pesada, da sueño y embota los sentidos. Tardamos casi una hora en encontrar la calle y enterarnos de cómo llegar allí. Mini ataque de pánico: había que coger un tranvía! Al final, contra todo pronóstico, llegamos al restaurante de una pieza.

Allí en la puerta nos dimos cuenta de que era un sitio muy elegante y que nosotros íbamos, como siempre, muy de sport. La circunstancia hizo que nos pusiéramos muy contentos otra vez. Tanto, que la risa no me dejaba explicarle a la filipina-holandesa que tenía delante que queríamos cenar y que un amigo había reservado una mesa para nosotros. Punto extra de dificultad suponía el tener que hacerlo en inglés.

Como ya he dicho, el sitio era muy mono, pero las mesas estaban tan juntas que, en un par de ocasiones casi pincho en el plato de mi vecina… La comida era deliciosa. O eso nos pareció. Como los bocadillos también dan mucha hambre uno nunca se puede fiar.

En resumen, el personal fue encantador con nosotros a pesar de que nuestro estado era bastante evidente. Cumplimos con creces el tópico del turista en Amsterdam.

Pero, y lo bien que lo pasamos?

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