martes, 5 de mayo de 2009

Manías e interpretaciones

Una vez a la semana, Maribel nos echa una mano en casa con la plancha y el polvo cósmico que se empeña en colonizar cada centímetro cuadrado de superficie horizontal.

Maribel tiene una percepción de la realidad muy a su manera. Y si a alguien le parece mal que se aguante. Las cosas para ella no son lo que parecen y no lo serán nunca.

Hace tiempo Mi Santo (espécimen con el que comparto morada e hipoteca) se me adelantó a una idea de regalo apareciendo en casa con dos muñecos de esos de friki. Eran el Nota (Lebowski) y su amigo Walter Sobchak. Con su bolsa para la bola de bolos y su ruso blanco el uno y el perro de su ex-mujer y la lata con las cenizas de Donny el otro. Hasta la alfombra traían. Eso sí, media con cada uno como buen artículo friki que se precie. Cometimos el sacrilegio de sacarlos de su envuelta original descartando la opción de su reventa por una cantidad millonaria a través de internet y allá que fueron a la estantería. Allí permanecieron solos una temporada.

Pero cierto día, después de Reyes tuvo que ser, una vaquita horrorosa de las de sorpresas del roscón pasó a formar parte del cuadro. Era inútil intentar separarla de allí. A la semana siguiente volvía a estar sobre la alfombra.

La última incorporación fue un extraño tornillo con su arandela y todo. Como nada se ha caído no sabemos de dónde ha salido. Supongo que sería prescindible. Muchas cosas están sobredimensionadas.

Un buen día nos dimos cuenta de que aquello parecía el portal de Belén. La vaca y el buey (tenía que ser el perro) estaban un poco desproporcionados y el niño era un tornillo pero aquello no podía ser otra cosa. Lo que todavía no hemos decidido es quién es quién de los adultos de la composición. El Nota tiene el pelo largo por lo que podría ser la virgen, pero es que también tiene perilla y gafas de sol. No sé, como Walter sí que tiene barba supongo que le toca ser el no padre de la criatura.

Otra de sus obsesiones podría tener cierta explicación. Hace poco la madre de mi santo nos trajo una especie de cubre recipientes elásticos para guardar las cosas en la nevera. El artículo parecía cumplir su función eficientemente así que no le prestamos más atención. Hasta que un día nos dejamos uno por ahí solito en algún rincón de la cocina.

Por la noche descubrimos cual debería haber sido su verdadera función. Apareció colgando del bote de gel en la ducha. No creo que me lo vaya a poner en la cabeza después de haber protegido mis afamadas albóndigas en la nevera pero hay que reconocer que el plástico en cuestión parece más un gorro de ducha que cualquier otra cosa.

Lo que me gustaría ver por un agujerito es como le quita el polvo a la batería del Guitar Hero pensando: "Estos chicos... ¿cuándo van a madurar?".

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